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Escrito por Luca Chiantore (copyleft agosto 2013)

Tras dos posts dedicados al prestigio, a las salidas profesionales, a la importancia de la investigación y al placer que ésta sabe proporcionar, llegamos hoy al final de nuestro recorrido en busca de posibles razones para cursar unos estudios de doctorado. Y lo hacemos con dos puntos que tienen un especial sentido precisamente en el caso de la investigación artística y de un doctorado en música práctica, como el que desde Musikeon estamos presentando. Personalmente, hay en este post mucho de aquello en lo que más creo.

 

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RAZÓN Nº 5: CONVERTIRSE EN AUTÉNTICOS “ESPECIALISTAS”

Unos estudios de doctorado suponen dedicar varios años de nuestra vida a un único tema. Por muy ramificado que éste sea, por muy relacionado que esté con otras áreas del saber, nuestra tesis debe tener un objeto acotado y una hipótesis muy clara, si no queremos vagar a ciegas y no llegar a ningún lado, y el resultado no puede ser otro que una “especialización”: nos convertimos en especialistas del tema al que hemos dedicado nuestra tesis doctoral, que monopoliza nuestra actividad durante años. Y no se trata, obviamente, de una cuestión puramente cuantitativa: en hecho de tener que seguir una metodología precisa nos obliga a afinar nuestras herramientas para que nuestra propuesta sea original y convincente.

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Todo ello tiene una especial trascendencia si lo aplicamos al mundo de la música práctica. Un doctorado en música supone un estímulo para buscar nuevas perspectivas, yendo más allá de lo que otros han hecho en la misma área del saber. Si nos interesa -pongamos un ejemplp- el piano de Granados, no bastará con estudiarnos su obra completa: habrá que mostrar facetas específicas, desarrollar habilidades concretas, abordar la interpretación de su obra con un enfoque determinado y argumentado. Entonces sí podremos hablar de una «tesis sobre Granados». Y esto se hará también a través de un texto explicativo, pero sobre todo a través de la interpretación.

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Tal vez desarrollando nuestra faceta de improvisadores (probablemente partiendo de las improvisaciones grabadas por el propio Granados), o quizás buscando una interpretación no tan contrastada dinámicamente como las que actualmente se suelen proponer y en cambio especialmente atenta a la dimensión agógica (en la línea de las grabaciones del propio Granados), o evidenciando las asimetrías formales, o los ritmos de danza, o las herencias de la música de salón, o algún otros de los tantos aspectos que confluyen en su lenguaje.

En cualquier caso se tratará de crear una forma única y personal de movernos en nuestro entorno, de tener algo exquisitamente nuestro que ofrecer a nuestro público y a nuestros alumnos. Algo que defina nuestra propia identidad de músicos y de miembros del mundo de la cultura.

 

RAZÓN Nº 6: DISEÑAR NUEVOS CAMINOS PARA LA MÚSICA

De lo que acabo de decir en el punto anterior se llega directamente al que para mí es el punto clave, sin duda el más fascinante de todos. Si el doctorado supone investigación, y la investigación es por definición una búsqueda de lo que no se conoce, el resultado de cualquier tesis debería ser una ampliación de las fronteras que actualmente enmarcan el ámbito en el que desarrollamos nuestra actividad artística y docente. Una tesis en música es una aportación al mundo musical, y por muy pequeña que sea esta aportación, ese mundo musical ya no es el mismo a partir de entonces. Así debería ser, por lo menos. Una tesis aporta nuevo conocimiento, y si aquí hablamos de un doctorado en música práctica, esa aportación tendrá que ver con nuevas formas de hacer música.

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Quién me conoce y ha seguido mis escritos, mis conferencias y mis cursos, especialmente los más recientes, sabe cuán sensible me siento ante el futuro de la música que más amo, la música clásica de tradición europea. Precisamente en este campo, la investigación es fuente de esperanza y optimismo para el futuro. Y no estoy hablando, por supuesto, de que la investigación nos ayude a entender mejor “cómo hay que tocar”, sino de lo contrario: de que nos ayude a romper la idea según la cual existe una manera de tocar más “correcta” que otra, más cercana a algún supuesto “original”. Frente a la idea de una interpretación supuestamente inspirada en una “fidelidad a la partitura”, en el “respeto de la voluntad del compositor” o en un supuesto “estilo de la época”, el doctorado impone un inmediato, radical y esperanzador cambio de perspectiva. Si creemos que este cambio es necesario y queremos contribuir a ello, el doctorado es un espacio ideal. Un espacio que nos habla de creación de conocimiento, de cultura compartida, de una actividad artística capaz de incidir en nuestra sociedad ytransformarla.

 

Quien nos sigue desde hace tiempo en este blog habrá fácilmente intuido cuán importante es para todos, en Musikeon, esta forma de enfocar las cosas. Lo que no quiere decir que en la decisión de cursar un doctorado no pesen también otros muchos alicientes, con toda legitimidad: razones como las que comentamos en otros posts de esta serie, las que encabezaban nuestra lista de seis razones. Pero está claro que nuestro interés (y el mío personal, desde luego) se incrementa exponencialmente a medida que nos acercamos al dinal de la lista. Si no fuera por estas dos últimas razones, de hecho, yo no me hubiera embarcado en este proyecto, que tiene ahí precisamente su razón de ser. Personalmente, no imagino razones más nobles y fascinantes que aquellas que protagonizan este post. Sólo espero que existan estudiantes dispuestos a acompañarme en esta aventura. ¿Quién se anima?

N.B. Este post forma parte de una serie de textos escritos en agosto de 2013 con ocasión del convenio que Musikeon ha suscrito con la Universidad de Aveiro. A continuación, están los enlaces correspondientes a toda la serie y la página dedicada a dicho doctorado en la página web de Musikeon:

 

Escrito por Luca Chiantore (copyleft agosto 2013)

Ayer hablábamos de razones para un doctorado, y lo hacíamos partiendo de dos aspectos muy ligados a la dimensión curricular y al prestigio que suele tener el alcanzar la más alta titulación académica. Hoy seguimos con otras dos razones, pero de índole muy distinta y, desde mi punto de vista, enormemente más fascinantes.

RAZÓN Nº 3: PARA FORMARNOS COMO INVESTIGADORES

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El doctorado es inseparable del concepto de investigación. Y lo es también en el caso de los que, sobre todo en los Estados Unidos, se suelen denominar “doctorados profesionales”, como es el caso del DMA para los músicos. Una investigación que debe ser entendida tal como el mundo universitario la concibe: una aportación al conjunto de la comunidad académica. No se trata, por tanto, de enriquecer nuestros propios conocimientos, sino de enriquecer el mundo artístico con nuevos enfoques, nuevas herramientas, nuevas propuestas estéticas.

La investigación es una actitud, no sólo un medio para alcanzar determinados objetivos. Y es, en muchos sentidos, una actitud que choca con la tradición didáctica cultivada mayoritariamente en los conservatorios durante estos últimos doscientos años. Dediqué el año pasado una conferencia entera a este aspecto, hoy accesible en las actas del Congreso de Educación e Investigación Musical CEIMUS II, donde recordaba que para un intérprete clásico la investigación representa un reto de alcance histórico. La investigación supone abrirse a lo nuevo, a lo improbable, a lo que nadie ha hecho jamás: precisamente lo contrario de la reiterada imitación de unas pautas interpretativas avaladas por la tradición. Y formarse como investigadores supone saber cómo moverse en busca de alternativas sólidas y argumentadas a aquello que hoy se considera como aceptado y compartido por la comunidad en la que nos movemos. Un reto siempre fascinante para cualquier investigador, pero doblemente atractivo cuando hablamos de investigación artística, un terreno en el que tanto queda todavía por hacer y por escribir.

RAZÓN Nº 4: EL PLACER DE INVESTIGAR Y DESCUBRIR

¿Hay aliciente más fuerte que el placer de hacer lo que más nos gusta? Probablemente sí. Pero es cierto que el goce personal es un motor de largo recorrido. E investigar es una realidad que puede dar sentido a una vida entera. Dar sentido y aportar momentos de auténtico placer.

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Me alegro mucho cada vez que oigo comentarios acerca del “placer” y de la “emoción” con la que otros leen mis libros; pero si es así, esto es tan sólo el eco del placer y de la emoción con la que yo mismo viví la redacción de aquellas páginas y sobre todo las investigaciones previas que condujeron a tener algo que contar. Las muchas horas pasadas entre los libros del siglo XVIII y XIX de la Library of Congress de Washington o la Bibliothèque Nationale de France para la preparación de mi Historia de la técnica pianística, o los días pasados escudriñando milímetro a milímetro los microfilms que incluyen los ejercicios técnicos de Beethoven los asocio a la sensación de un placer infinito, imposible de describir con palabras.

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Pero no menos fascinante resulta la investigación cuando se hace desde la música práctica, y de nuevo no puedo hacer otra cosa que partir de vivencias personales: las experiencias recientes vividas junto a David Ortolà, y en particular el proyecto Tropos, que ha ocupado los últimos diez meses de mi actividad como pianista, ha sido fuente de momentos inolvidables, dentro y fuera del escenario. Porque es siempre emocionante tocar en un templo de la música como es el Teatro Colón, pero lo es de un modo especial cuando lo que compartes con el público es una aventura estética en la que confluyen años de búsquedas e inquietudes que el público percibe inmediatamente como una propuesta nueva e imposible de comparar con ninguna otra.

Como ya sucedía en el caso de las dos razones comentadas en el post anterior, cada persona tiene su propia forma de vivir cada uno de estos alicientes: no todos tienen por qué tener la misma importancia ni la misma intensidad en cada uno de nosotros. Pero ahí están, a conformar un complejo abanico de realidades. No cabe duda de que las que acabo de describir las siento muy mías. Pero nada comparado con todo aquello de lo que hablaré mañana. Así que… 24 horas más, y volveré. ¡Hasta muy pronto!

N.B. Este post forma parte de una serie de textos escritos en agosto de 2013 con ocasión del convenio que Musikeon ha suscrito con la Universidad de Aveiro. A continuación, están los enlaces correspondientes a toda la serie y la página dedicada a dicho doctorado en la página web de Musikeon: