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El reciente e inesperado nombramiento de Marlos Nobre como director titular de la Orquesta Sinfónica de Recife podría parecer un hecho coyuntural, ligado a los avatares contractuales de una orquesta entre tantas, y en cambio es un evento ejemplar, cargado de implicaciones. Lo es, fundamentalmente, por tres razones.

En primer lugar, según hemos podido entender de la prensa y de las declaraciones del propio Nobre, este nombramiento es el producto de una intervención directa de unos políticos (el joven alcalde de Recife, Geraldo Julio, y la secretaria de Cultura Leda Alves), que ante el abandono de la vida musical de una ciudad toman personalmente las riendas de una situación problemática y realizan un viraje decisivo, a sorpresa. La orquesta es la más antigua de Brasil, posee una larga y prestigiosa historia, pero estaba atravesando un período de profunda crisis, que a muchos había hecho suponer una pronta desaparición. Y para solventar el problema, en lugar de la clásica ceguera a la que estamos tan acostumbrados, el alcalde en persona optó por contratar nada menos que el mayor compositor brasileño vivo, dándole plena confianza para una reestructuración radical de la situación.

El nombramiento es tan significativo también porque supone apostar por la música contemporánea como pilar ineludible en una propuesta que mira a la revitalización de la vida musical de una ciudad entera, una ciudad como Recife cuya área metropolitana (más de 4 millones de habitantes) es la tercera de todo Brasil, tras São Paulo y Rio de Janeiro, y que es a su vez referente ineludible para todo el noreste del país. Habrá que esperar para ver qué tipo de programación y en qué tipo de actividades concretas se materializará este compromiso, pero de entrada resulta sumamente alentador esta confianza, otorgada además a un creador que siempre se ha caracterizado por su rechazo de cualquier dogma y cualquier barrera estilística.

Pero esta nueva titularidad en la Orquesta Sinfónica de Recife me parece tan emblemático sobre todo por otra razón, y me refiero al propio hecho de que Marlos Nobre haya aceptado el cargo. Nobre, 74 años, es con diferencia el compositor más importante de Brasil y el más conocido a nivel internacional. Aunque en el pasado desarrolló una intensa actividad como pianista y también como director de orquesta que sigue realizando puntualmente en la actualidad, Nobre no necesitaba en absoluto ese puesto: no lo necesitaba para afianzar su carrera, ni su nombre, ni sus ingresos.

No era Marlos Nobre el que necesitaba el puesto: era ese puesto que necesitaba a Marlos Nobre. No lo he hablado con él, cuando hace dos semanas David Ortolà y yo lo visitamos en su casa de Rio de Janeiro y tocamos para él, porque el nombramiento ha sido repentino, posterior a aquella hermosa velada, pero estoy seguro de que Nobre ha aceptado ese cargo muy consciente del enorme desgaste que su nueva tarea supondrá, y habrá optado por aceptar el ofrecimiento únicamente pensando en lo que él puede aportar a esa ciudad, que es la ciudad que le vio nacer. Siempre sintió muy suya la música y la cultura de esa región tan característica, el noreste de Brasil. Y sin embargo Nobre está afincado desde hace una vida en Rio de Janeiro, a miles de kilómetros de distancia.

Para él, ser director estable de la Orquesta Sinfónica de Recife supondrá un esfuerzo físico y logístico colosal; supondrá restar a la composición y a la interpretación de sus obras muchísimas horas (y cualquier compositor sabe cuánto cuesta todo eso) y supondrá meter de repente en su vida una serie de preocupaciones que a los 74 años muchos quieren, legítimamente, dejar atrás. Nobre, en cambio, las ha aceptado.

Yo personalmente, y todos en Musikeon, le deseamos toda la suerte del mundo, y lo hacemos con una admiración que va mucho más allá todavía de la que ya sentimos por su música, a menudo realmente maravillosa: es la admiración hacia alguien que se siente parte activa en una sociedad viva y en movimiento. Una sociedad que tanto necesita de personas comprometidas, capaces de ver más allá de su propia comodidad y de su realización personal. Parabéns, Maestro: nos acaba de dar toda una lección de vida.

Escrito por Luca Chiantore (copyleft junio 2013)