Circula desde hace un tiempo en internet. Es un video de 6 minutos, sencillo y extraordinariamente bien hecho, que reivindica la creatividad artística en todas sus formas. Sus autores, Elio González y Rubén Tejerina, han hecho un trabajo soberbio, con un mensaje contundente y a la vez dulcemente poético. Quienes no lo han visto todavía, que lo hagan cuanto antes: aquí está, para quienes no tengan la paciencia de buscarlo en Youtube.
Este video lo dice todo y parece que no haga falta añadir nada más. En algunos aspectos, incluso se queda corto. Como recordaba recientemente David Ortolà en Facebook al comentar este mismo video, la carrera artística no requiere las mismas horas que otras carreras: requiere muchísimas más, no durante años, sino durante toda la vida. Y quizás sea de agradecer que el guion del video no quiera ser demasiado explícito en recordar que, si los artistas son vistos por algunos como unos “muertos de hambre”, esta expresión deja de ser una metáfora cada vez que un artista tiene verdaderos problemas de subsistencia. Algo nada insólito y nada nuevo, si pensamos que por ese trance pasaron Beethoven, Schubert, Debussy, Bartók y tantos otros nombres ilustres de la música clásica.
Lo que sí merece una reflexión es el listado de ejemplos que el video propone. Desde hace décadas se habla de la necesidad de replantear los conceptos de alta y baja cultura, pero es muy insólito encontrarse de cara una declaración tan radical como la que hallamos aquí. Borges y el flamenco, la Capilla Sixtina y los Rolling Stones, juntos pero no revueltos, en un zapping aleatorio por grandes momentos de la historia de la cultura (occidental, en su inmensa mayoría: una limitación comprensible, visto que se trata de evocar lo que el oyente de habla hispana puede tener en su memoria).
Muchos de nosotros hubieran citado antes otros nombres que algunos de los que aquí hallamos, pero esto no importa. Lo que realmente importa es la pregunta que surge espontánea al escuchar esta lista de nombres: ¿todos ellos los consideramos “artistas”? Porque si no es así, tal vez estemos reivindicando un espacio para el arte sin estar en realidad de acuerdo sobre la definición misma de lo que tenemos en común. Y ya sabemos cuán débil es, siempre, un frente fragmentado y corroído por luchas internas.
Pensemos en el caso que probablemente todos los lectores de este blog sentirán más próximo. Si los músicos clásicos, a la hora de reivindicar más apoyo de parte de las instituciones y más sensibilidad de parte de las instancias educativas, parten de la idea de una superioridad moral de cierta música sobre otra, va a ser muy difícil que no se nos vea como unos privilegiados que pretenden vivir en una torre de marfil. Y aumentará exponencialmente la probabilidad de que acabemos siendo literalmente unos “muertos de hambre”.
Aquí como en política y en tantos otros aspectos de la vida, más vale concentrarnos en lo que tenemos en común. Que es mucho. Muchísimo. Incluso más de lo que a veces podemos llegar a imaginar.
Escrito por Luca Chiantore (copyleft septiembre 2014)