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El primer disco de TROPOS será muy pronto una realidad. David Ortolà y yo estamos a puntos de empezar a grabar, en medio de un electrizante proceso cargado de decisiones importantes y de contactos con profesionales muy diversos. Sabemos que estos intensos días van a marcar un antes y un después en la historia de este proyecto, y suponen por tanto una excelente ocasión para reflexionar sobre lo hecho hasta el momento.

Como bien saben quienes nos han seguido desde el principio, TROPOS nació el pasado 1 de junio en Porto Alegre, en el marco prestigioso del PERFORMA 2013, tras una larga gestación de ensayos e interacción mutua (nueve meses, mira por donde…). Desde entonces nuestra criatura ha empezado a andar, cada vez con paso más firme, y los diez conciertos hechos hasta el momento (tres en Brasil, dos en Argentina y cinco en España, más la audición privada en casa de Marlos Nobre en Rio de Janeiro) nos han servido para afianzar un proyecto en el que David Ortolà y yo creemos hoy más que nunca. Esos conciertos se quedaran para siempre en nuestra memoria y son la base de lo que vamos a presentar en nuestro primer disco. 

De estos conciertos no nos llevamos sólo la experiencia concreta relacionada con la interpretación de este programa, sino también algunas impresiones de tipo más general, relacionadas con la vivencia que supone para nuestros oyentes asistir a la relectura del repertorio clásico que ofrecemos con TROPOS, y también lo que todo esto supone para nosotros mismos, músicos cuyas experiencias previas confluyen en este proyecto y allí se enriquece de vivencias nuevas y a veces inesperadas.

Tanto para David como para mí, TROPOS está resultando una aventura profunda y de algún modo inesperada, al tiempo que supone un punto de encuentro de múltiples experiencias previas. De ahí que personalmente me sienta tan atraído por la tarea de compartir impresiones acerca de ello, utilizando un medio para mí tan habitual como es el escribir. Una reflexión que parte del que es mi propio punto de partida, a la hora de lanzarme a este proyecto. Un punto de partida muy distinto del de David y que tiene como primera referencia la experiencia como intérprete que acumulé durante más de diez años de viajes y conciertos, durante mi juventud: una carrera aparcada de forma voluntaria, libre y muy consciente, en 1995, para orientarme a la docencia y la investigación.

Tras 18 años sin dar ni un concierto, TROPOS me ha llevado a pisar de nuevo un escenario. Y tras estos primeros conciertos veo hasta qué punto este regreso ha sido un acierto, exactamente como lo fue en su día dejar de tocar en público para dedicarme de lleno a tareas que me resultaban más satisfactorias y emocionantes. No todos me entendieron entonces, pero estaba muy seguro de mi decisión. Y Grigory Sokolov, un año después, me dio la clave. Sokolov me había conocido en mis años de joven concertista y con él había hablado personalmente de mi determinación a no seguir dando conciertos. Por ello, al encontrarme con él al año siguiente, lo primero que me preguntó fue si seguía lejos de los escenarios. Cuando le dije que sí, y que estaba muy feliz volcado en la investigación y la docencia, lo único que comentó fue: “Entonces has hecho muy bien». Y en seguida añadió: «Yo no podría; no podría vivir sin dar conciertos”. Más o menos lo que contesta Rainer Maria Rilke a las preguntas de Franz Xaver Capuz, el joven poeta de sus Cartas a un joven poeta: se trata de hacer aquello que sentimos indispensable para nosotros y para los demás.

Si intento sisntetizar el conjunto de impresiones diversas que se han sucedido en estos últimos meses en los ensayos y los conciertos realizados junto a David Ortolà (y es lo que voy a hacer a continuación) veo delinearse con claridad cuatro aspectos que no había experimentado jamás, con tanta intensidad, como intérprete de la música del pasado. Dos tienen que ver con la relación entre el público y la experiencia de la escucha; los otros dos están más vinculados a la relación entre el intérprete y la interpretación. Pero la interacción entre estos cuatro aspectos es continua: si los trato por separado es únicamente por facilitar al lector la comprensión de un mundo que hoy siento tan mío.

Esto es precisamente lo que estoy sintiendo con TROPOS. Deseo de ensayar, deseo de tocar, deseo de saber qué produce en el público todo lo que hacemos. Sabemos perfectamente que TROPOS proporciona, tanto a nosotros que tocamos como a quienes nos escuchan, vivencias muy distintas con respecto a aquello que suele ser hoy un concierto clásico. Y en mi caso, que llevo años hablando y escribiendo acerca de los posibles caminos que tiene la música de arte ante sí para contactar con el presente y no caer en un formalismo estéril, TROPOS significa realmente pasar a la acción, recorriendo con espíritu de aventura uno de esos infinitos caminos posibles.

Descubrimiento

El comentario que más a menudo hemos escuchado tras nuestros conciertos ha sido el de oyentes que aseguran haber permanecido de principio a fin en un estado de expectación continua, de ininterrumpida tensión emotiva causada por la curiosidad de saber lo que vendría a continuación. Un tipo de emoción relacionada, por tanto, con el descubrimiento de lo desconocido, pero a partir de una constantemente interacción con lo que ya conocemos, porque con TROPOS el legado del pasado está siempre a la vista. Y esa es precisamente nuestra idea: que la música que ya conocemos (o se supone que conocemos, si estamos familiarizados con la música clásica) suene como si no la hubiéramos escuchado jamás.

Que el oyente viva la escucha como si fuera una “primera vez”. Esa primera vez que parecía irremediablemente perdida, en el caso de una música como ésta, que se lleva a cuesta una larga historia y suele acudir una y otra vez a un repertorio de referencia formado por un reducido número de autores y obras. En nuestros conciertos ese repertorio sigue allí, casi nota a nota. Pero interactúa con un nuevo material, y esto transfigura totalmente la escucha. El oyente no puede vivir el concierto como una plácida contemplación de lo conocido: la expectación, la sorpresa, el continuo sentido de la novedad son inseparables de nuestra propuesta.

Modernidad

Por otra parte, cualquier interpretación de la música del pasado es una manera de entablar un diálogo con ese pasado. Y con TROPOS esas partituras se entrecruzan con capas de sonido cargadas de referencias a procesos compositivos propios de la música más reciente. El resultado global es el de una propuesta estética muy actual. Diferente, desde luego, de la idea que hoy tenemos de cómo suena la música de cada época. Pero sí capaz de reproducir la sensación de “actualidad” que esa música tuvo inevitablemente en el momento de su creación, un momento en que esa era música “contemporánea”, a menudo rabiosamente “moderna”, y no la venerable reliquia de un pasado ya lejano. El diálogo con el pasado es un diálogo de tú a tú, que parte del respeto y la admiración por la cultura de la que procede la partitura, pero también de la fascinación por el mundo que nos rodea, que en última instancia es el que como intérpretes compartimos con nuestros oyentes.

Interacción

Un pianista suele pasar gran parte de su vida en soledad. Estudia solo, sentado ante su instrumento; y tiene un repertorio extraordinario para piano solo, tan amplio y tan rico que una vida no basta. Por supuesto existe la música de cámara, en sus múltiples formas, pero la realidad es que la mayoría de pianistas centran su carrera en el repertorio a solo. Y ese repertorio a solo es la base de la propuesta de TROPOS. Con la diferencia de que aquí tocas las obras a solo… sin estar solo. Y esto quiere decir interactuar, compartir, dejarse sorprender y tener que adaptarse a lo inesperado. 

Adaptarse, en particular, a cómo el otro reacciona a la acústica de cada sala, a las características y a la disposición de los instrumentos, algo que ante texturas tan densas como las nuestras se convierte en un reto constante. Y a cómo el otro frasea ese día, a cómo se encuentra y se expresa a través de su instrumento. Una interacción musical, por tanto, que es realidad una interacción humana y emotiva.

Tradición

La música clásica tiene modelos muy estrictos: la tradición se ha encargado de crear precisas escalas de valores y una forma muy acotada de entender cómo tiene que sonar la música de cada época y de cada autor. A lo largo del siglo XX, en particular, la estética musical ha ido avalando la idea de una interpretación ajustada a modelos ideales, ligados a la supuesta idea sonora del compositor y/o al rigor en la traducción sonora de la notación.

TROPOS no podrá estar más lejos de esta idea: aquí no hay una perfección ideal que alcanzar, porque el objetivo sonoro se va creando y adaptando a cada situación. Nunca sabes exactamente lo que va a pasar, especialmente porque del otro lado no tienes otra parte igualmente escrita sino un mundo abierto a la improvisación y a la transformación continua de la partitura. Lo que no quiere decir renunciar al diálogo con la tradición. Al contrario, la tradición está muy presente, a veces de forma muy explícita, con referencias a interpretaciones concretas de uno u otro intérprete, o a las revisiones y adaptaciones diversas que de esas partituras han hecho otros compositores y editores. Pero, de nuevo, se trata de un diálogo abierto, en igualdad de condiciones. Por ello yo, que interpreto la parte más ligada al texto “tal como el compositor la ha escrito”, dejo para el momento del concierto tantas decisiones acerca de las distintas variantes textuales: alternativas entre las cuales elijo en tiempo real cuál elegir, y que se integran naturalmente en un contexto en el cual tantas otras decisiones (sobre dinámica, articulación y otros parámetros) están dejadas a la impresión del momento. Para quienes hemos crecido en la rigidez propia del mundo interpretativo clásico surgido de la estética stravinskiana, cada una de estas decisiones en tiempo real es una bocanada de aire fresco, un pequeño momento de íntimo placer en el marco de esa fiesta constante que es cada una de los conciertos de TROPOS. Porque así vivimos nuestros conciertos: como una fiesta. Una gran fiesta compartida.

Ahora nos esperan algunas semanas de reflexión, viajes y ensayos, antes del siguiente gran paso. Josep Colom se ha querido unir a esta aventura y el 2 de noviembre tendremos nuestro primer concierto a tres pianos. Un concierto en el que, además, estrenaremos una nueva obra en la que me vuelco también como compositor: una obra basada en los famosos apuntes de trabajo de Beethoven de los que quien ha asistido a alguna de mis recientes conferencias me ha oído tanto hablar. De mi Beethoven al piano, directos a los escenarios. Y para alguien como yo, que dejé atrás la composición hace mucho tiempo, esto supone un reto y un atrevimiento. Pero tener al lado a David Ortolà es una tal fuente de estímulo que acaban por brotar ideas que nunca hubieras imaginado tener, y entonces vale la pena lanzarse.

Es lo que tiene estar envueltos en esta vorágine creativa llamada TROPOS. Una vorágine electrizante y apasionante que, hoy más que nunca, espero compartir con cada uno de los lectores de este blog. Musikeon, en el fondo, nació para hacer posibles aventuras como ésta. Aventuras de aquéllas que dan sentido a todo lo que hacemos.

Escrito por Luca Chiantore (copyleft, noviembre 2013)