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A ver… ¿En qué quedamos? ¿Lo radical es bueno o malo? En el mismo día en el que en España algunos políticos usan el término «radical» como si fuera la definición misma de aquello que pone en peligro nuestro futuro y nuestro sistema de vida, el músico que probablemente representa mejor el establishment actual de la música clásica, Daniel Barenboim, presenta al mundo un piano «radical». Radical en el sentido de «radicalmente nuevo»: a radically new piano.

Barenboim piano detailEl anuncio resulta prometedor. Pero cuando te acercas ves enseguida que de nuevo, el instrumento, tiene una sola cosa: las cuerdas paralelas. Una «novedad» que el propio Barenboim presenta en realidad como una vuelta a lo antiguo: una vuelta a los instrumentos que, a mediados del siglo XIX, todavía no habían procedido al cruce de las cuerdas que es hoy habitual Se trata de un hecho interesante, viniendo de él, que nunca había mostrado ningún interés por los pianos históricos.

Quienes conocemos los instrumentos de aquella época sabemos bien que aquellas cuerdas paralelas, especialmente en un instrumento sin bastidor de hierro fundido de una única pieza, genera una veriedad tímbrica al que los instrumentos posteriores han renunciado. Los propios alumnos de los cursos de Musikeon han podido comprobar estas propiedades gracias al Pleyel de 1849 que conservamos en nuestra sede de Valencia. No sabemos en qué medida el instrumento ideado por Barenboim y construido por Chris Maene en colaboración con Steinway consiga recuperar aquella variedad tímbrica, pero ésa es la intención declarada del propio Barenboim, y sin duda será muy interesante escuchar en directo este nuevo instrumento. Un interesante video de la BBC nos muestra al propio Barenboim tocándolo, pero es imposible apreciar adecuadamente ese sonido: habrá que esperar.

Ahora bien: ¿es esa una apuesta «radical»? ¿Tan conservadora se ha vuelto la música clásica como para que un piano como éste pueda ser presentado como algo «rádicalmente nuevo»? Y la única respuesta es, muy probablemente: sí. Porque no se trata únicamente de marketing: es que efectivamente la homogeninización de los cánones clásicos es tal que cualquier paso, por muy pequeño que sea, parecen un gran cambio. Y aquí, por lo menos, lo ha hecho un pianista excelente pensando en primer lugar en el sonido, porque en los últimos tiempos otros anuncios parecidos han servido únicamente para presentar pianos que de «nuevo» tenían el diseño, muchas veces antepuesto a las propias cualidades sonoras del instrumento.

Otra cosa muy distinta habría sido, como sugería hoy mismo en Facebook Diego Ghymers, gran músico y apreciado colaborador de Musikeon, haber presentado un teclado cromático. O un piano con una mecánica totalmente diferente de la actual. O un piano que incorporara la posibilidad de modificar electrónicamente el sonido mediante un sistema de captación, filtrado y amplificación del sonido incorporado en el propio instrumento. Pero, en el fondo, no tendría sentido esperarse experiencias de este tipo -que supondrían un abrir la música clásica a retos drásticamente («radicalmente») nuevos con respecto a la tradición- precisamente de Daniel Barenboim, que esa tradición la encarna mejor que ningún otro. No es de él, sino de otros tras él, de quienes estamos en derecho de esperarnos otros caminos.