Escrito por Luca Chiantore (copyleft agosto 2013)
Ayer hablábamos de razones para un doctorado, y lo hacíamos partiendo de dos aspectos muy ligados a la dimensión curricular y al prestigio que suele tener el alcanzar la más alta titulación académica. Hoy seguimos con otras dos razones, pero de índole muy distinta y, desde mi punto de vista, enormemente más fascinantes.
RAZÓN Nº 3: PARA FORMARNOS COMO INVESTIGADORES
El doctorado es inseparable del concepto de investigación. Y lo es también en el caso de los que, sobre todo en los Estados Unidos, se suelen denominar “doctorados profesionales”, como es el caso del DMA para los músicos. Una investigación que debe ser entendida tal como el mundo universitario la concibe: una aportación al conjunto de la comunidad académica. No se trata, por tanto, de enriquecer nuestros propios conocimientos, sino de enriquecer el mundo artístico con nuevos enfoques, nuevas herramientas, nuevas propuestas estéticas.
La investigación es una actitud, no sólo un medio para alcanzar determinados objetivos. Y es, en muchos sentidos, una actitud que choca con la tradición didáctica cultivada mayoritariamente en los conservatorios durante estos últimos doscientos años. Dediqué el año pasado una conferencia entera a este aspecto, hoy accesible en las actas del Congreso de Educación e Investigación Musical CEIMUS II, donde recordaba que para un intérprete clásico la investigación representa un reto de alcance histórico. La investigación supone abrirse a lo nuevo, a lo improbable, a lo que nadie ha hecho jamás: precisamente lo contrario de la reiterada imitación de unas pautas interpretativas avaladas por la tradición. Y formarse como investigadores supone saber cómo moverse en busca de alternativas sólidas y argumentadas a aquello que hoy se considera como aceptado y compartido por la comunidad en la que nos movemos. Un reto siempre fascinante para cualquier investigador, pero doblemente atractivo cuando hablamos de investigación artística, un terreno en el que tanto queda todavía por hacer y por escribir.
RAZÓN Nº 4: EL PLACER DE INVESTIGAR Y DESCUBRIR
¿Hay aliciente más fuerte que el placer de hacer lo que más nos gusta? Probablemente sí. Pero es cierto que el goce personal es un motor de largo recorrido. E investigar es una realidad que puede dar sentido a una vida entera. Dar sentido y aportar momentos de auténtico placer.
Me alegro mucho cada vez que oigo comentarios acerca del “placer” y de la “emoción” con la que otros leen mis libros; pero si es así, esto es tan sólo el eco del placer y de la emoción con la que yo mismo viví la redacción de aquellas páginas y sobre todo las investigaciones previas que condujeron a tener algo que contar. Las muchas horas pasadas entre los libros del siglo XVIII y XIX de la Library of Congress de Washington o la Bibliothèque Nationale de France para la preparación de mi Historia de la técnica pianística, o los días pasados escudriñando milímetro a milímetro los microfilms que incluyen los ejercicios técnicos de Beethoven los asocio a la sensación de un placer infinito, imposible de describir con palabras.
Pero no menos fascinante resulta la investigación cuando se hace desde la música práctica, y de nuevo no puedo hacer otra cosa que partir de vivencias personales: las experiencias recientes vividas junto a David Ortolà, y en particular el proyecto Tropos, que ha ocupado los últimos diez meses de mi actividad como pianista, ha sido fuente de momentos inolvidables, dentro y fuera del escenario. Porque es siempre emocionante tocar en un templo de la música como es el Teatro Colón, pero lo es de un modo especial cuando lo que compartes con el público es una aventura estética en la que confluyen años de búsquedas e inquietudes que el público percibe inmediatamente como una propuesta nueva e imposible de comparar con ninguna otra.
Como ya sucedía en el caso de las dos razones comentadas en el post anterior, cada persona tiene su propia forma de vivir cada uno de estos alicientes: no todos tienen por qué tener la misma importancia ni la misma intensidad en cada uno de nosotros. Pero ahí están, a conformar un complejo abanico de realidades. No cabe duda de que las que acabo de describir las siento muy mías. Pero nada comparado con todo aquello de lo que hablaré mañana. Así que… 24 horas más, y volveré. ¡Hasta muy pronto!
N.B. Este post forma parte de una serie de textos escritos en agosto de 2013 con ocasión del convenio que Musikeon ha suscrito con la Universidad de Aveiro. A continuación, están los enlaces correspondientes a toda la serie y la página dedicada a dicho doctorado en la página web de Musikeon: