En el momento de escribir estas líneas todavía no se conocen los resultados de las diferentes categorías del Concurso Chaikovsky, pero ya son muchas las cosas que se pueden comentar acerca de estas pruebas que gracias a Medici.tv hemos podido seguir tan bien en todo el mundo. Entre otras cosas, no sabemos si, como auguran muchos, George Li se alzará con la medalla de oro y con el primer premio en piano. En el fondo, no es muy importante. George Li hará una carrera, y muy grande, gane o no este concurso o el Chopin que le espera en unos pocos meses. Ganar uno de estos dos concursos simplemente facilitaría el camino. Y lo que es seguro es que su paso por este concurso ha representados su puesta de largo ante los ojos de muchos.
Más allá de cómo toque este muchacho (y toca muy bien, sobre esto no hay ninguna duda), es el fenómeno que representa el que merece un post. No se me ocurre un ejemplo más claro de lo que puede ser el «producto perfecto» para un mundo como el de la música clásica, con patrones tan definidos y poca predisposición a la sorpresa, pero sí necesitada de entrar en conexión con un mundo contemporáneo que no siempre entiende y con el cual no mantiene una relación fácil.
Para empezar, el nombre: George Li. Corto e imposible de olvidar. Un nombre ideal. Y un perfecto reflejo de ese gusto por lo mestizo que tanto caracteriza nuestro mundo. Mitad chino, mitad estadounidense. En realidad, genéticamente es 100% chino, y administrativamente es 100% estadounidense, Pero la imaginación funciona de otro modo, y para ella él representa un puente entre ese occidente donde la música clásica se ha fraguado y ese oriente en el que hoy viven más pianistas que en el resto del mundo. Además, está el tema de la estatura. No sé cuánto medirá, pero George Li es muy pequeño. Parece ideal para encarnar el anti-heroe, el tipo por el cual no apostarías y que, luego, te asombra por lo que es capaz de hacer. Y ésta es otra cualidad que hoy vende mucho.
Pero tras estas cuestiones está su manera de tocar. Y cómo viene tocando desde hace muchos años. El Concierto nº 2 de Saint-Saëns que grabó con la Orquesta Simón Bolívar con sólo 12 años es absolutamente asombroso. Se te ocurren inmediatamente las interpretaciones que a esa edad hacían Argerich, Kissin y no muchos más. Y por internet puedes encontrar un 2º de Rachmaninov con 15, un Concierto de Schumann con 17 y unos cuantos documentos más, suficientes para dar una idea de la continuidad de un proceso que ha conducido al muchacho que hoy encontramos en Moscú, con unas tablas y una solidez que, evidentemente, no nacen en un día ni únicamente en un aula de estudio. Incluso uno se pregunta si no tocaba mejor con 12 años que ahora, con 19. Pero la realidad es que para muchos pianistas legendarios los 19 años no fueron su mejor momento: Pollini era más impresionante con 15 que con 20, y tardó otros 10 en llegar a una verdadera madurez, y el mismo proceso lo han vivido otros. Esto, unos concertistas como los que están sentados en el jurado del Concurso Chaikovsky lo saben perfectamente. Y la suma de todo este recorrido le ha dejado a George Li un repertorio enorme, para un chico tan joven. Si ahora gana un concurso de los grandes, para las agencias internacionales él es una seguridad. Tiene repertorio de sobra, y ese tipo de repertorio que el público más conservador tanto aprecia.
Su repertorio y su técnica, de hecho, parecen realmente una obra maestra, en la que el oficio y el marketing convergen a la perfección. Ya con 12 años, su mano tenía un equilibro y una solidez formidables, y el repertorio estaba siempre elegido a la perfección. Su recital de graduación, por ejemplo, acaba con el arrego de Horowitz de Stars and stripes forever: elección ideal para ganarse al público estadounidense, viniendo de alguien cuya «americanidad» podría ponerse en duda. Con esa misma obra el recién nacionalizado Horowitz se ganó el público en su día, y hoy con ella George Li renueva aquella idea, sumándole el guiño hacia aquellos que puedan ver en él un «heredero» de aquel inolvidable virtuoso. Pero si sigues buscando en Youtube, es fácil que te lo encuentres aún más joven, Si lo buscas muy jovencito, te lo encuentras aún más joven, con 9 años, dando clase (mira por donde) con Lang Lang. Una inocente canción china, pero de sorprendente dificultad técnica, y un tu a tu con Lang Lang: un mensaje subliminal muy fáciles de descifrar.
La perfección de la imagen que George Li proyecta en internet es tal que uno se pregunta si todo está pensado o si es el producto de una sucesión de circunstancias. Perfecta es su página web, por ejemplo: gráficamente poco profesional, como si se tratara de una web hecha en casa. Sorprendentemente poco profesional para un pianista que ya tiene una agencia de representación que gestiona su carrera. Pero perfecta para que nuestro George parezca un estudiante talentoso como tantos otros, y que necesita de nuestro apoyo para hacer una gran carrera. Informativa y neutra es la página que tiene en Wikipedia, capaz de informar a quien todavía no lo conozca de que estamos ante un joven con una carrera muy sólida, pero cuidadosamente prudente para que no parezca autopromoción. Y sorprendentemente bien calibrada es también la calidad de los videos suyos que aparecen en Youtube, no muy numerosos y muchos de ellos verdaderos videos caseros: cuesta creer que no hubiera la posibilidad de subir grabaciones de mejor calidad, pero la realidad es que esas orquestas desafinadas y esas cámeras domésticas fijas dan justo la idea de que él es un estudiante más. Ideal, de nuevo, para que nos identifiquemos con él y no parezca el perfecto producto de diseño. Tan ideal que es imposible no preguntarse si, efectivamente, no se trata de un producto de diseño.
La obra maestra la hemos encontrado hoy mismo en Facebook, con el mensaje en primera persona que desde hace unas horas está circulando suscitando la merecida admiración de muchos: un mensaje tan personal y lleno de buenos sentimientos que, de nuevo, parece escrito por el mejor asesor de imagen imaginable. En el fondo, de cara a su carrera no es tan importante saber si hay alguien que lo aconseja o si es todo tan instintivo. Si llevas media vida en los escenarios, no tiene probablemente mucho sentido buscar una clara separación entre lo que es espontáneo y lo que está condicionado por la imagen que quieres proyectar.
Veremos cuál será el futuro de George Li, pero su figura ya tiene un perfil propio, en el mundo musical actual. Quienes quieran cambios, que miren a otro lado. Pero para quienes desean continuidad, una continuidad capaz de situar en el mundo mediático que nos rodea la música tal como la hemos heredado, aquí está George Li. El «yerno ideal» de la música clásica.
Luca Chiantore, 1 de julio de 2015